Está claro que lo que solemos detectar con más facilidad son las llagas, que son irritaciones y lesiones bucales dolorosas, antiestéticas que pueden interferir, y de hecho a menudo lo hacen, con la alimentación y el habla.
Si bien las aftas no son contagiosas, se las suele confundir con el herpes labial, causado por el virus del herpes. Quizá sea útil recordar que las aftas aparecen dentro de la boca, mientras que el herpes labial usualmente lo hace fuera de ella.
Pero sí, aparte de éstas, efectivamente pueden aparecer quistes o tumoraciones en tejidos que no se ven a simple vista ya que quedan ocultos debajo de las encías, en la zona de la raíz de los dientes y/o en la estructura del hueso de lo dientes.
Es realmente complicado verlos a simple vista, aunque en ocasiones provocan abultamientos que se pueden percibir al tacto. Por regla general se tienen que identificar a través de una radiografía panorámica que ofrece la visión de toda la mandíbula y una gran parte del maxilar superior y que nos va a ayudar a la hora de identificar problemas, como por ejemplo, quistes y tumoraciones del tejido óseo.
En ocasiones, los dientes que no llegan a erupcionar, se conocen también como incluidos, están incrustados dentro del hueso y con relativa frecuencia pueden originar quistes, por lo que conviene revisarlos aunque en apariencia no nos resulten tan molestos ni los veamos. No olvidemos que aunque estos dientes no hayan erupcionado, no quiere decir que no estén efectuando movimientos en la zona y puedan llegar a provocar problemas en los dientes vecinos.
Además, todos los dientes cuando están en fase de erupción tienen alrededor una especie de bolsa de tejido embrionario, que se formó cuando se estaba constituyendo el cuerpo. Esos tejidos si se conservan, son lo que pueden provocar la aparición de quistes El porcentaje de aparición de quistes es bajo y más bajo aún el número de casos en los que estos se vuelven malignos, pero igualmente hay que controlarlos.
En los casos en que existe este tipo de probabilidad en un paciente es conveniente hacer un control radiológico cada dos, tres años; no así, en pacientes en los que no hay ninguna sospecha ya que tampoco conviene radiar a un paciente sin motivo alguno.
Será tu especialista de referencia el que determine la necesidad de efectuar un control más exhaustivo.
Recuerda que la prevención es el mejor tratamiento.
Mantén con regularidad tus visitas al odontólogo.